José A. Moreno: Los “muchachos” de los barrios fueron los verdaderos héroes de la Revolución de 1965

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SANTO DOMINGO. Cincuenta años después de la Revolución de Abril, José Antonio Moreno, quien contó la historia en 1970 a través de “Barrios en armas”, su libro editado en inglés, se sumerge de nuevo en el acontecimiento al poner a circular la quinta edición de la obra con el título de “El pueblo en armas”.

Moreno era, a la sazón, un sacerdote jesuita que ejercía su ministerio en el barrio San Miguel, de Ciudad Nueva y se vio bajo fuego, transportando ciudadanos a hospitales abandonados y gestionando la donación de sangre para los heridos, entre otras hazañas que no considera heroicas, sino propias de estar “entre los míos”, como considera a los dominicanos.

El hoy Profesor Emérito de la Universidad de Pittsburg, nacido en Cuba, dejó el sacerdocio y fijó residencia en Pensilvania, Estados Unidos. En su actual visita al país, con motivo de la puesta en circulación de la quinta edición de su libro, repasó los hechos tratando de revivirlos en una ciudad que ya no reconoce.

¿Qué significación tiene para usted esta quinta edición que se publica 50 años después de los acontecimientos relatados?

Algo muy personal y muy emocionante. Esta llegada a República Dominicana es muy especial porque hace muchos años que no venía y cuando lo hacía, era para visitar lugares turísticos, como Punta Cana, pero no es lo mismo.

No había visto el desarrollo tan enorme de la ciudad. No conocía nada de esto. Para mí, Santo Domingo era Ciudad Nueva, Gascue, hasta La Feria.

Es muy impresionante porque considero a República Dominicana como mi segunda patria. Nací en Cuba, pero vine aquí casi sin conocer el país y me encontré una nueva casa, una nueva familia.

Vivía en la avenida Independencia, en la casa social de los jesuitas, cuando comenzó la revolución. Apenas conocía el país. Muy poco de la cultura, las políticas y al llegar me encuentro con que estoy en mi propia casa, con mi propia familia.

El 28 de abril (1965), después de los ataques al puente Duarte, por la zona norte, y de la invasión norteamericana, decido mudarme de la Independencia a Ciudad Nueva. No conocía a nadie, pero las familias del barrio me adoptaron y me sentía como en mi casa. Esa ha sido mi familia en República Dominicana en 50 años, por eso esta vuelta ha sido para mí muy emocionante.

¿Cómo fue que se vio envuelto en su objeto de investigación?

En mi investigación original uso un método medio antropológico, medio sociológico, que es la participación del observador. Este es parte de lo que está pasando. Eso hice durante mi estadía en Ciudad Nueva.

Vine a hacer una tesis doctoral, pero a los cuatro meses de estar aquí comenzó la revolución y vi que era imposible investigar como lo estaba haciendo. Dejé la avenida Independencia y me fui a Ciudad Nueva. Allí tomé toda la información posible y al regresar a la universidad, me dijeron que esperaban que yo hubiese seguido el plan original, pero les dije que no pude hacerlo como estaba diseñado y que tenía que empezar de nuevo. La persona que me asesoraba dijo que si después de haber estudiado sociología de postgrado por tres años no era capaz de regresar a los Estados Unidos y decir cuál fue mi experiencia durante ese periodo, la sociología no era un instrumento que podía utilizar para entender lo que pasaba en la sociedad. Me sentí culpable, pero me dije que tenía que hacer la disertación sobre aquellos eventos.

Me había llevado bastante información, la colección completa de la revista Patria y el periódico La Nación. Regresé a República Dominicana para hacer entrevistas, tanto a personas del bando constitucionalista como del bando de Imbert y (Elías) Wessin y Wessin.

En el libro salen todos los líderes, oficiales políticos y militares. Los entrevisto a todos y voy colectando la información, pero mi investigación no es tanto ver cuál era su opinión sobre la intervención, sino hacer algo, por la experiencia personal que había tenido en los barrios de Ciudad Nueva.

¿Cuál era el tema original de la tesis?

Alienación en distintas organizaciones sociales y políticas. Trataba de ver en qué forma y hasta qué punto en los sindicatos, partidos, universidades, Iglesia y distintas organizaciones de la sociedad había un nivel de alienación sobre lo que pasaba en el país y lo que iba a pasar, si participaban o no.

Regresé a Estados Unidos el 10 de septiembre, pero volví aquí varias veces para hacer todas estas entrevistas. En el libro agradezco a quienes me ayudaron a hacer los contactos con personas a las que no tenía acceso, especialmente al arquitecto José Antonio Caro, que fue muy importante porque estaba bien conectado con el bando de Wessin y con los del movimiento.

En su libro habla de héroes cotidianos cuyos nombres no resalta la historia oficial, ¿quiere reivindicarlos o resucitarlos con esta nueva edición?

El libro tiene dedicación especial a los comandos, a los muchachos que lucharon en esa gesta, que para mí fueron muy importantes. Generalmente la historia se escribe de arriba para abajo, he tratado de escribirla de abajo para arriba.

En los periódicos extranjeros se hablaba de (Francisco Alberto) Caamaño, (Manuel Ramón) Montes Arache y una serie de líderes políticos, pero apenas si se mencionaban los muchachos, muchos de ellos sin educación, que fueron a luchar contra la dictadura militar y contra los norteamericanos, después de la invasión.

Considero que esos eran los verdaderos héroes de la revolución, por supuesto, respetaba a Montes Arache, Caamaño y demás militares que dirigían el movimiento, pero los verdaderos luchadores eran los muchachos del barrio. Por eso el libro se titula en inglés “Barrios en armas: revolución en Santo Domingo”, pero después lo cambié porque algunas personas comentaron que llamarla “revolución de los barrios” era mirar solo hacia abajo, entonces quité barrio y puse pueblo, y quedó como “El pueblo en armas”, no solo en esta edición, sino también en la primera que se editó en Madrid.

Usted, junto a otros jesuitas, dio apoyo a las clases populares, bajo fuego, por tanto, tuvo su cuota de heroísmo…

No, considero que estaba entre los míos, entre el pueblo, y trabajar por el pueblo no es ser un héroe, es reconocer que uno tiene ciertas obligaciones con los compañeros, hermanos, vecinos y al ser yo adoptado abiertamente por la familia dominicana me sentía que estaba haciendo lo que hubiese hecho de no ser sacerdote, de estar viviendo con la familia que me adoptó.

¿Vio su vida en peligro?

Sí. En algún momento. Los teléfonos funcionaban muy mal. Una de las cosas que comenzaron a hacer fue a llamar por teléfono para amenazar. Recibía mensajes de personas diciéndome: “¿Usted es el cura que está en San Miguel ayudando a los comunistas?, prepárese, lo vamos a tener en cuenta”.

En esa situación de guerra se cometen muchas injusticias y se hacen muchas cosas que no ocurren en tiempos normales, como los asesinatos.

Yo tenía mis reservas cuando recibía esas llamadas, pero consulté con Manolo González y Antonio Isa Conde, en el comando San Lázaro, y les pregunté al respecto. Había consultado con el comando de San Miguel y Francisco Carbucia, un carpintero del pueblo me dijo: “No se preocupe, aquí nadie le va a hacer nada porque dormiré detrás de la puerta de su apartamento con mi ametralladora en las manos”. Aprecié mucho eso.

Esa es la respuesta popular, pero en plan un poco más intelectual o más pensante, cuando voy donde González e Isa Conde, que eran del Partido Socialista Dominicano, me dijeron que quien hacía esas llamadas sabía que yo estaba haciendo una función muy especial y que “a ti se te respeta aquí y allá y quieren eliminarte, pero no matándote, sino aniquilándote”. No me moví, seguí viviendo en el mismo lugar.

¿Qué trae de nuevo la quinta edición?

No he querido hacer cambios, porque las ciudades cambian, la historia cambia, los hombres cambian, pero en el libro estoy tratando de reflejar una imagen de aquel momento y me parece que de haber cambiado las páginas del libro o la historia era contradecir lo que había hecho originalmente.

Lo que le añadí fue un apéndice escrito después de publicado el libro porque en viajes sucesivos para ver el desarrollo de lo que estaba ocurriendo escribí un artículo que se publicó en la Revista Ahora, a principios de los 70 (durante la dictadura de Francisco Franco en España), donde critico la invasión de los Estados Unidos desde el punto de vista de injerencia económica, en otras palabras, apunto la idea de que tuvo razones puramente económicas y políticas, no era para no permitir que el comunismo se desarrollara en República Dominicana. Se publicó en español, en Ahora y en la edición en inglés.

Decidí en los 70, cuando se iba a hacer la edición española, ponerlo en el libro, pero la editorial lo sometió a la censura previa. El editor me dijo que el artículo estaba muy hacia la izquierda.

La revolución me hizo evolucionar hacia la izquierda. Fue para mí como un segundo nacimiento porque me entregué a los comandos, vivía con ellos, comía con ellos, dormía con ellos y eso fue para mí como un abrir los ojos a una nueva forma de vida.

En mi desarrollo intelectual hay un movimiento más hacia la izquierda que la posición que tenía antes, cuando estaba en la orden de los jesuitas.

Finalmente, el apéndice saldrá ahora, en la quinta edición.

Recientemente, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, pidió perdón al país por la intervención de los Estados Unidos y dijo que era una deuda pendiente, ¿cree que debía saldarla?

Estoy de acuerdo. Me parece encomiable que lo haya hecho, porque los gobiernos y políticos o secretarios pocas veces admiten sus fallos o lo que han hecho. Era claro, por la intervención de la OEA, que se puso de parte de Estados Unidos. Los distintos tratados que se hicieron con el Gobierno de Caamaño, de (Antonio) Imbert, estaban parcializados. Por eso me parece bien que la OEA hayan reconocido esos errores.

Eso se ha repetido en otros lugares, como Oriente Medio. Estados Unidos siempre quiere intervenir, pero no sin apoyo internacional, sin legitimar.

Lo que pasó en República Dominicana fue un modelo que les sirvió para otras intervenciones.

¿Lo que ocurrió en el 65 fue una revolución o una rebelión?

Una revolución es algo mucho más complejo, más a largo plazo, pero la Revolución Francesa comienza con la Toma de la Bastilla. Un montón de gente dice ya no más, vamos a deshacernos de la burguesía y la monarquía.

Así es como empieza la revolución en Santo Domingo. Que no se establezca completamente en términos de introducir los cambios que ellos querían en los aspectos políticos, militares, sociales y económicos, es verdad, porque la revolución, creo que fue abortada por la invasión norteamericana.