“Expiró en mis brazos” relata la viuda de Benny Sadel; se prometieron luchar hasta la muerte

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NUEVA YORK. “Expiró en mis brazos”, relató Ana Rosa Jiminián, la viuda del merenguero Emmanuel Feliz (Benny Sadel), quien murió en el hospital Jacobi de El Bronx, el jueves de esta semana a las 5:30 de la mañana, cuando la leucemia terminó con su exitosa vida de artista y ser humano.

Ella dijo que cuando el cáncer ya estaba muy avanzado y Sadel se presentía lo peor, le preguntó “¿qué vamos a hacer?”, a lo que la señora le respondió “lucharemos hasta la muerte”.

La viuda recordó que el merenguero la reconoció minutos antes de morir, “le dije yo te amo y él me abrió los ojos”. Luego expiró en sus brazos.

La señora Jiminián recordó que la pareja se conoció hace 21 años y desde entonces, no se separaron nunca.

“Los médicos nos lo entregaron un día antes y nos dijeron que iba a morir dignamente. Cuando les pregunté cómo, me contestaron que lo iban a sedar con Morfina, para que muriera lentamente y sin dolor”, agregó la viuda.

“Desde el momento en que le diagnosticaron la enfermedad, él me preguntó qué íbamos a hacer y lo dije que echaríamos pa´lante, porque él podía. Hasta la muerte vamos a luchar”, narró la viuda del merenguero.

Mientras velaba el cadáver de su esposo, este sábado en la tarde en la funeraria Ortiz del Alto Manhattan, la señora Jiminián, dijo que que está agradecida de los artistas que acudieron a los hospitales en los que estaba internado el merenguero fallecido.

“Me siento muy mal, porque ese era mi esposo y teníamos 21 años juntos”, añadió la viuda.

“¿Cómo me puedo sentir?, desesperada, pero tengo que sacar fuerzas hasta el final”, expresó la acongojada viuda.

El velatorio continuará mañana domingo ante 3:00 de la tarde y 9:00 de la noche y el lunes en la mañana se le hará una misa de cuerpo presente en una iglesia del Alto Manhattan, para luego ser sepultado en el cementerio de Ridgefield en New Jersey.

Desde antes de abrirse la sala donde se lleva cabo el funeral, docenas de comunitarios, artistas, políticos, empresarios de espectáculos y comunicadores sociales, habían llegado a la funeraria situada en la avenida Broadway y la calle 190 en el Alto Manhattan.

En distintos puntos del sector, el barrio más poblado en el mundo por los dominicanos inmigrantes, muchos radios sonaban merengues de Sadel y algunos tarareaban los estribillos de sus temas más conocidos. Otros alababan la trayectoria, calidad musical y la conducta intachable como artista y ente social del merenguero.