El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, visitó ayer las zonas del estado de Texas golpeadas por las inundaciones dejadas por la tormenta Harvey, desde donde envió un mensaje de solidaridad y liderazgo ante la catástrofe, mientras la costa del Golfo se prepara para más lluvias torrenciales.
Cuatro días después de que Harvey tocara tierra como un huracán de categoría cuatro, desatando un diluvio sin precedentes que convirtió las calles de Houston –la cuarta ciudad más poblada de Estados Unidos– en ríos, los equipos de emergencia siguen intentando salvar a cientos de damnificados en una frenética operación de rescate.
Portando en la cabeza una gorra con las siglas “USA” (EEUU) y ondulando la bandera de Texas, Trump intentó imprimir un tono de unidad al visitar con su esposa Melania la ciudad de Corpus Christi, elogiando la labor de funcionarios locales y federales en respuesta al primer desastre natural de su presidencia.
“Queremos que en cinco o diez años nos digan que reaccionamos como se debía hacer”, dijo el mandatario, señalando que la elevación de las aguas ha tomado una dimensión “épica”. “Pero pasó en Texas y Texas puede enfrentar cualquier cosa”, aseguró.
La cifra de muertos por la tormenta, que se dirige al vecino estado de Luisiana, se elevó oficialmente a cuatro. Entre ellos hay un policía que desapareció el domingo y fue hallado por buzos dos días después.
Las autoridades esperan albergar a un total de 30,000 personas en refugios y estiman que unos 450,000 pedirán ayuda al gobierno federal. “Estamos aún en gran parte en la fase de emergencia, donde salvar vidas y garantizar la seguridad de los habitantes es una prioridad”, dijo en una teleconferencia un alto funcionario de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA). Pero las lluvias provocadas por Harvey, que rompieron el récord de precipitaciones por un solo ciclón en Estados Unidos, según las autoridades meteorológicas, seguirán.