Por: Ysmael Molina Carrasco
La expectativa fue creada por anuncios que daban cuenta de una entrevista que se haría a un funcionario público de importancia, quien era objeto de múltiples rumores de actos de corrupción en la construcción de la moderna forma de Transito inaugurada por el gobierno anterior.
Un hombre de avanzada edad, casi anciano, pero de buena contextura, había sido parte de la herencia del Balaguerato al gobierno que le sustituyó, un remanente transfigurado, ahora con colores más lúgubres y cielo nocturnal.
La entrevistadora había nacido hacía un poco más de treinta años en un país diferente al de la entrevista. Había calado mucho en el pueblo de esa nación y su programa tenía una gran fama.
Cientos de miles se posaron frente a su aparato televisivo el día de la anunciada entrevista para ser testigo de como la entrevistadora hurgaba en la vida del funcionario de una forma despiadada. Las preguntas eran dardos aguijoneados sin ningún maquillaje con las que hizo trastabillar al entrevistado en más de una ocasión. Un espectáculo infeliz y lastimero.
Al día siguiente una diputada que acostumbra lanzar críticas desnudas a cualquier funcionario, que pide cuentas y acusa y afirma “son todos ladrones”, críticas estas por las que en ocasiones ha sido encarada y hecha y acogida como víctima, ora por unas palabras del presidente cameral ora por los “irrespetos” de otro colega.
En otra faceta, en su acostumbrado y bien logrado papel de comunicadora aplaudió la injerencia que sobre la vida del funcionario hizo la periodista, y lo justificó en la necesidad de transparencia, en la obligación de dar cuentas, en la escasa esfera de protección de los funcionarios, cuya vida pactaron hacer pública.
Los partidos opositores al gobierno y los acólitos del gobierno dieron respaldo a la periodista quien pasó un balance que resultó negativo para el viejo entrevistado, y no hablo del que se negó a pagar la electricidad.
Los grupos feministas, los gremios, las universidades, los lideres de opinión, los chateadores y opinadores bendijeron la actuación.
Así hay que hacerles. Tienen obligación a responder, de dar cuentas de sus lujosas vidas y sus nexos y su gestión y las sospechas que sobre ellos recaiga.
La sociedad parecía conducirse a la necesaria transparencia.
Tiempos ha, y en un certamen para escoger jueces, se increpó a una funcionaria judicial respecto a su amistad y reuniones con una persona tenida como acusado de corrupción al que la misma juzga, asunto que ética y legalmente está prohibido. Además sobre sus bienes y el manejo dado a estos, y sobre aspectos propios de sus funciones. No respondió. La generalidad de la gente, incluso yo, piensa que tiene una buena explicación que dar al respecto, que lo justificaría, pero no respondió aludiendo a un irrespeto inexistente, pues de eso se trata la evaluación, no de preguntar sus colores o sabores favoritos como dijera un abogado en los medios.
Las universidades, los gremios, los twitteadores, la oposición interna del partido de gobierno a la que pertenece el viejo funcionario entrevistado, los remanentes verdes, la oposición, la afamada diputada que exige transparencia, acudieron a las formas para intentar tapar el fondo, y siendo que han tenido un éxito relativo, asumieron un colectivo de complicidad por el solo hecho de que es un año pre-electoral, y que creen con ello dañar no al certamen ni al consejero sino al mandatario con posibilidad de relanzarse.
Y se demostró la doble moral de gente falsa, que hablaron de violencia contra la mujer justamente a cargo del mayor responsable de la reducción del feminicidio en un 22 por ciento. Y se desenmascararon pues su procura de transparencia y de justicia y contra-impunidad no era más que un gesto, una pose. Porque todo depende de quien esté llamado a rendir cuentas.
Se decía que no podría juntarse maco con cacata, pero los intereses han demostrado que se puede prostituir todo. Una coyuntura, unas complicidades y un nuevo tipo de impunidad, unos nuevos intocables.
Entonces no me hablen más de la maldita impunidad, pues en sus agendas y discursos esta es sólo mala si beneficia al contrario.
Creía que estábamos mal, pero estamos mucho peor. No es la iglesia en manos de Lutero sino del mismísimo señor de las oscuridades.
Los escarceos han demostrado la falsedad de nuestro liderazgo, la forma de intervenir en la justicia y aniquilar el sofisma del principio de independencia, los funcionarios dominicanos al servicio de los intereses foráneos que ilustran a nuestros jueces de cómo y cuándo fallar. (Asco Che).
El nauseabundo espectáculo pareciera insuperable de no ser por la actitud falaz de quienes se eligen como presuntos defensores del pueblo y sus intereses, de quienes demuestran ser capaces de lo que sea por su objetivo. Pero tranquilos que ya hemos solicitado miles de tiburones para que se los devoren enteros sin eructar.