Por: Osiris Disla Ynoa, PhD
Abogado dominicano, solo un hombre humano normal y escritor. Articulo dirigido a los Espacios Educativos de lectura literaria común.
Desde siempre se ha presagiado que los hombres y mujeres sin importar su fecha, nacen en primavera, crecen en verano y fallecen en el invierno, si, en aquel su propio invierno, que como estableció Frank Tashlin, en el cuento ¨el oso que no lo era¨ se va cuando la flores inician su follaje, la temperatura aumenta en exceso, los días se alargan para todos, la naturaleza se despierta con esplendor y las aves migratorias inician el regreso a un lugar de refugio.
Para en realidad ser más específico con todos, además, se acerca el invierno, donde las hojas se tornan amarillas, las ramas se caen y las aves vuelan en manadas todas rumbo al sur, presumiendo que llego el momento de descanso y para los osos el tiempo de dormir profundamente, sin tener claro cuando volverán a despertar o si lo harán en perfecta condiciones como se acostaron al inicio.
Los seres humanos débiles por su naturaleza, al igual que las aves que vuelan en manadas hacia el sur, cuando se acerca el frio invierno, corren en grupos en el mismo sentido, algunos le corren a su propia vida, a sus temores internos, a sus ansias comunes y otros al tiempo que le persigue de manera feroz y despiadada tratando de alcanzarle para sembrar en su cuerpo un día más en su calendario de vida, lo que resulta fatal cada vez que se suma otro.
Cada día a los hombres, le es muy común morir, porque la muerte forma parte de la vida, por lo menos, es el final de ella. También le es propio ser apresado o encarcelado, sobre todo cuando el proceso penal para jueces y fiscales es un simple trabajo diario el cual depende de su humor propio, y de ahí, su vida y sus honras, pues la fama de ellos se aumenta cuando aumentan las condenas en el común general, aunque también a ellos les llegan sus propios inviernos.
Y que decir del lecho de enfermedad, ya que esta como cualquier estación, llega de sorpresa, sin invitación previa y cuando nadie le espera, se presenta en los cuerpos humanos y ahí se comienza a disminuir la grandeza, el orgullo, el esplendor, la fama y la riqueza, pues le pone fin casi de inmediato a toda felicidad humana.
Ante todos estos designios oscuros e inesperados, cuando sigan aumentando mis temores, cuando llegue la muerte, cuando todas las aves en conjunto vuelen hacia el sur, cuando la vida este aprisionada sin razón o con ella, cuando la enfermedad toque a los umbrales de las puertas, para quedarse sin autorización en tu cuerpo y en el mío, suena un poco Triste decir, que desde ya otorgo permiso en la ocasión y de manera muy consciente, solamente a los fieles, a los que lloren con lágrimas hondas y bien sinceras, para que puedan visitar mi tumba, para que se apersonen a la cárcel o para que lleguen donde pueda estar mi lecho de muerte y enfermedad.
Ya que no existe una situación mas triste, que morir al lado de un infiel, estar preso al lado de los ingratos, o estar enfermos sin poderse valer por sí mismo en espera de una compañía infiel, que ha de criticar, cuestionar tu situación o propagar a los cuatros vientos tus secretos mas anhelados o tus virtudes mas intimas.