Obra Teatral pecados Enfrentados

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Santo Domingo. El enfrentamiento entre dos modos de ver la vida y de asumir el sacerdocio; el idealismo juvenil y la madurez acomodada; la doble moral imperante en la sociedad y en la Iglesia, lo mismo en curas que en feligreses, y hasta en altos cargos del Vaticano, (ahí está el mal recuerdo de Wesolowski); es lo que ocurre en “Pecados enfrentados”, la dramedia que acaba de presentar con notable éxito en la Sala Ravelo del Teatro Nacional Exmín Carvajal como productor.

A su última presentación acudieron la primerísima actriz Doña Monina Solá; la actriz Flor de Bethania Abreu; el director, actor y dramaturgo Giovanny Cruz y el actor, director y productor Mario Lebrón.

Germana Quintana dirigió la obra que contó con la veteranía de Franklin Domínguez (Padre José María) y la creciente calidad actoral del propio Exmín Carvajal (seminarista Ramón).

“Pecados enfrentados” logra sus más altas cotas cuando el conflicto se hace más humano y menos divino. Lo malo es que cuando debe terminar no finaliza, y sigue y sigue… Y así unas cinco veces. El mal de fondo es que la obra es larga y reiterativa, y pasada la hora y media, se resiente. No por gusto han pasado 35 años desde que fue escrita por Bill C. Davis, a pesar de la voluntad de actualización incluyendo lo del Papa Francisco.

Por tanto, me hubiese gustado una puesta menos extensa, más centrada en lo esencial, donde se obviaran escenas reiterativas. Cierto, a veces, esto no es posible, por los derechos de autor. Mas si lo esencial sigue siendo un problema universal latente, como es el caso, conviene la adaptación.

La puesta tuvo altibajos. Varios clímax, curvas de atención que subían y caían estrepitosamente, en dependencia de un bocadillo o reiteración. Frases que Franklin repetía, y uno se daba cuenta que era dando pie para que entrara Exmín o tratando de recordar lo que seguía.

Quiero destacar la sobriedad y limpieza de la escenografía de Fidel López, la efectividad del diseño de luces de Lilyanna Díaz, así como el acertado diseño de vestuario de Saúl Negrón.

Dominguez logra la actuación que más me ha gustado de las pocas suyas que he podido ver. Su Padre José María es auténtico, aunque por momentos se desliza a lo caricaturesco, sobre todo con el tema del ‘alcoholismo’.

Por su parte, Exmín crece como actor, a pesar de que a veces roza un tono recitativo, del cual se ha ido limpiando. Cuestiones que con mayor rigor en la dirección puede salvar. Su labor como productor logra un excelente resultado, digno de continuarlo.

De cualquier modo, la reflexión que proponía la obra se diluyó entre risas facilonas y los profundos problemas que aquejan a la iglesia católica. Si Bill C. Davis reescribiera “Mass Appeal”, tal vez resultaría más valiente y profunda, más reflexiva y rotunda: más útil. Tomar el toro por los cuernos.