Mijaín López, el gigante cubano de oro que conquistó el Olimpo

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RÍO DE JANEIRO. Mijaín López es un gigante bonachón de casi dos metros que devora comida y rivales. En Rio de Janeiro, este cubano se colgó el lunes su tercer oro consecutivo y salió de la estadio convertido en la nueva leyenda de la lucha olímpica.

Su brillante actuación ha demostrado que no llegaba a los Juegos pasado de expectativas. Con 33 años aterrizó en Brasil como bicampeón olímpico y pentacampeón mundial. ¿Lo único que le faltaba? Dar el paso definitivo hacia la historia e igualar al mítico luchador ruso Aleksandr Karelin.

Y lo hizo. Además, dándose un lujo personal: vencer al turco Riza Kayaalp por 3-0, el único que había conseguido derrotarlo en dos ocasiones en los últimos nueve años.

Hasta hoy, ambos se habían enfrentado cinco veces, con ventaja para el cubano de tres a dos, pero López aún sangraba por la derrota que Kayaalp le había infligido en el Mundial de Las Vegas-2015 (ya lo había vencido en el Mundial de Estambul-2011).

Una herida que sanó a lo grande, con un oro histórico que le eleva a los altares de este deporte.

“Es un honor para mí igualar a uno de los grandes de la lucha [Karelin], estoy orgulloso de alcanzar su éxito. Él fue un luchador al que el mundo entero admiró y comprobó su grandeza”, dijo tras la victoria.

“Pero estoy todavía más orgulloso de ser el primer luchador de Latinoamérica que lo consigue”, añadió.

López, que debió luchar contra su voraz apetito para no perder ante la báscula, mide 1,96 metros y pesa 130 kilos. Una mole de músculo que ya conquistó las coronas en Pekín-2008 y Londres-2012, además de cuatro títulos panamericanos.

– Un gigante comilón –

De formidable potencia física y técnica, e inusual velocidad para un luchador de pesos pesados, el campeón cubano tuvo una preparación de lujo para Rio, que incluyó su participación por primera vez el circuito profesional Bundesliga (Alemania), donde ganó todos sus combates (4).

Asimismo, se impuso en el Gran Prix de España y en el torneo Granma-Cerro Pelado (Cuba), y cumplió una base de entrenamiento en Azerbaiyán.

“Esta ha sido la mejor preparación que he tenido” y “me siento en óptimas condiciones”, dijo López antes de viajar a Rio.

Con la báscula, un problema que lo ha perseguido a lo largo de su carrera y exigido grandes sacrificios en la dieta, tampoco hubo problemas.

“Su peso se ha estabilizado, que era un problema que teníamos, y pensamos que no tenga ninguna dificultad para hacerlo bien”, había adelantado el entrenador Pedro Val, quien lo guía desde que se incorporó al equipo cubano a los 17 años, en 1999.

En Pekín y Londres, López combatió en la división de 120 kilos, pero ahora se coronó en los 130 kilos, categoría creada en 2013 en la lucha grecorromana y que le ha venido como anillo al dedo.

– Baile en la colchoneta –

En Herradura, un poblado a 114 km al oeste de La Habana, donde nació y aún vive con su esposa, la bicampeona panamericana de esgrima Maylín González (ya retirada) y los dos hijos del matrimonio, Lopéz practicó deportes desde niño.

Primero fue béisbol y más tarde sus dos hermanos mayores, que eran boxeadores, lo animaron a subirse al ring, pero el deporte de los puños “nunca me llamó la atención”, contó a la prensa cubana en julio.

A los diez años, López descubrió su pasión por la lucha. “Un entrenador me vio en Herradura y me dijo que tenía condiciones para ser un buen luchador” y “desde que llegué a ella sentí que ahí iba a hacer mi carrera”, agregó.

Como luchador “Mijaín entrena muchísimo y se preocupa mucho por analizar a sus contrarios. Eso es lo que lo ha ido haciendo grande”, opinó Val.

Fuera de las colchonetas, López es un campesino “muy familiar”, que disfruta por igual la comida, “toda la música que le haga menear las caderas” y beber uno que otro trago, declaró a la AFP su madre, Leonor Núnez.

Tanto que celebró bailando su victoria histórica ante Kayaalp.

“Come muy bien y de todo, pero se vuelve loco por el congrí (arroz con frijoles) y el chilindrón de carnero (guiso)”, comentó Núñez.

Aunque entrena regularmente en La Habana, viaja cada fin de semana a Herradura, donde es un ídolo. “A ese muchacho aquí todo el mundo lo quiere, porque él no anda pensando en lo que es. Es un campechano que ayuda a todo el que puede”, declaró a la AFP su vecina Caridad, que lo conoce desde niño.