LA ROMANA. Juan Luis Guerra tiene un acuerdo por escrito con San Pedro… y no de Macorís precisamente. Cuando él comienza a cantar Ojalá que llueva café, y lo hace en tierra dominicana, el cielo le responde y ‘jarinea’ (llovizna finísimo), llovizna un poco más fuerte o sencillamente llueve, plomízamente como si fuese a caer un diluvio. Ya sucedió en el Olímpico en su último concierto allí. Depende de la fuerza con que lo pida.
esta noche en altos de Chavón claro que hubo lluvia, justo cuando Juan Luis comenzó con los primeros compases de su tercer tema y la gente sintió la magia establecida desde que salió de la cabina telefónica y los colores del Caribe comenzaron a formar parte de la narrativa de imágenes que se mostraban en las pantallas Led, donde Cookies & creams primero y Travesía luego le dieron piernas al llamado a despedir el año 2015.
La llave de mi corazón hizo cerrar paraguas y puso a bailar mambo a quien sabía bailar mambo. Dominicanos y venezolanos, peruanos y colombianos, puertorriqueños y cubanos, españoles y argentinos le siguieron con la bachata Mi bendición, donde le canta a Nora su esposa y predica que “el que ama a su esposa se ama a sí mismo”
Reventó luego un medley de salsa arrancando con Nora mía, que siguió con Razones, tema de aquel álbum clásico que fue “Ojalá que llueva café” y Carta de amor, de su otro álbum clásico “Bachata rosa”.
En Como yo, ofrece siempre una clase bien resumida a través del amor de algo de la evolución del arte, sobre todo europeo. Ese tema del 2008 es uno de los principales de su álbum “La llave de mi corazón”.
Las luces se apagaron y reapareció sentado en una banqueta y dispuesto a ser más íntimo con un segmento acústico, guitarra en mano, que empezó “con una bachata, Muchachita linda, dedicada a mi hija Paulina”. Después tomó prestado el ritmo nacional a Cuba para brindar una revisitación al son primigenio con colores de un clarinete, estilo Compay, pero enriquecido con unas cuerdas que aportan un colchón armónico que nutre de más intimidad a un tema de por sí íntimo.
El merengue regresó con El costo de la vida, del clásico Areito, de 1992.
En Para ti ofreció un merengue de alabanza a Cristo, y con Tus besos, una bachata de sus más reciente disco Todo tiene su hora, un merengue que cantó seguidamente. Salió de escena y dejó a los percusionistas de dueños de la situación con su pasito marinero, donde ocurre seguidamente un solo que era el momento donde Yapo, fallecido el 27 de agosto pasado, brindaba un solo que demostraba que la güira es un instrumento complejo, versátil y al que se le puede sacar varios sonidos. En su lugar un joven discípulo suyo, cuyo debut fue esta noche ante todo el país, es quien hizo la demostración casi exactamente como lo hacía el hermano de Chocolate, el tamborero, que dio continuidad al solo, demostrando su virtuosismo como percusionista. Las ovaciones no se hicieron esperar.
Este es el tiempo que se toma Juan Luis para refrescar, cambiarse de ropa o beber agua.
Al regresar a escena, Juan Luis lo hizo con la sorpresa para la mayoría de Marc Anthony, con quien cantó uno de sus temas y luego lo acompañó con Tu amor me hace bien. Muy aplaudido y solicitado -la gente le pedía más canciones- beso el suelo, y salió de escena.
Juan Luis siguió con La Guagua, uno de los temas mejor narrados en las imágenes. Luego fue El Niágara en bicicleta, y De Moca a París, donde todo el mundo se extrañó de que Johnny Ventura no hubiese estado en esta oportunidad acompañando a Juan Luis Guerra en Chavón, con ese tema que cantan a dúo; aunque sí estuvo desde la pantalla, pero hubiese sido algo definitivamente mágico, verlos a los dos cantar juntos. Dicho sea de paso, este tema ha llevado a El Caballo a algunos ámbitos a los cuales nunca había llegado.
La Bilirrubina fue el falso final y en la ñapa acostumbrada A pedir mi mano viene, Estrellitas y duendes (dicho sea de paso la franco-dominicana Cyrille Aymee tiene una versión maravillosa de esta bachata. El punto final fue un set de Bachatas bellísimas que provocaron otra lluvia, pero está vez de fuegos artificiales.
Un concierto sin desperdicios, bien organizado por Casa de Campo, y un regalo maravilloso que sirvió de fin de año.