Por: Dr. Omar Guillermo, Especialista en Medicina Familiar, Revista Ávila en Salud.
Existen estudios que demuestran que los gritos de rabia son más nocivos que los bofetones.
Somos distintos, cada uno tenemos nuestra personalidad, algunos nos afectan unas cosas y a otros les afectan otras. Cada individuo puede decir que algo en particular le hace perder la calma/paciencia, son muchas las cosas que pueden ser capaces de hacernos perder a unos u otros, pero cuando hablamos de niños la mayoría de padres coinciden. Todos en algún momento del día o la semana, mes o años hemos perdido la calma / paciencia con algún niño cuando hace una mala conducta infantil, provocando que los padres terminen gritándoles por dicha conducta, hasta el niño más bueno puede hacer alguna vez algo que nos saque de las casillas. Y si las malas conductas infantiles son repetitivas y cada vez más frecuentes pueden llevarnos a un punto de agobio extremo en el que se hacen los gritos, también continuos y frecuentes, convirtiéndose los gritos en el modelo de comunicación y educación de tus hijos.
A nadie le gusta gritar a sus hijos, y cuando esto sucede el remordimiento nos reprende,
y quedamos en el dilema de que sí, se lo merecía, pero no, pero sí, pero no…
Pero más que juzgar si es un gusto o no, o si está justificado o no, gritar a los hijos no es recomendable. Muchas veces no somos consciente de qué tanto llegamos a gritar, pero cuando vemos a otros pasar por algo similar es cuando peor se ve, suele verse más en otros que en nosotros mismo.
No hay escuelas de padres, no hay modelos ni patrones educativos para escoger e implementarlos en la educación de nuestros hijos, aprendemos de los aportes de los abuelos a nuestros padres y de nuestros padres a nosotros mismos, y casi siempre damos por valido lo que hayamos aprendido de ellos.
Un mal comportamiento de un niño puede llevarnos a realizarle una corrección, pero se debe evitar que un mal comportamiento nos lleve a una mala corrección.
«Mal comportamiento – mala corrección de seguro que es una mala conclusión».
La psicología infantil enseña que para conseguir obediencia y respeto de un niño a nosotros o para conseguir buenos comportamientos no hace falta gritos, irrespeto, humillaciones, violencia verbal, violencia psicología e inclusive violencia física.
Gritando con frecuencia a nuestros hijos conseguimos pasar de autoridad que es correcta al autoritarismo que es incorrecto. Educar con gritos deteriora la autoestima del niño, en ocasiones les hace creer que no es valorado, les hace sentirse que no es querido, puede provocar un efecto contrario convirtiéndolo en rebelde, y en un desafío constante en cada dialogo y cada comunicación. Los gritos generan estrés tanto para los padres como para los hijos, los gritos provocan cansancio, impotencia, frustración, afecto pero con rechazo, falta de rendimiento escolar, ansiedad, depresión.
Se educa mejor con el ejemplo que con las palabras, la agresividad de los gritos enseña agresividad. Esta agresividad inicia en casa y luego se extiende en escuelas, grupos de amigos, autoridades del orden público, etc.
Es que le entra por un oído y le sale por el otro.
Se lo he dicho mil veces.
Me tiene hasta las narices.
Para ya, para ya, y no para.
Es que no me hace caso.
Son algunas de las freses comunes que se escuchan entre los padres, pero eres humano y ¡claro! eres imperfecto, se debe aprender a educar sin gritos y está demostrado que se puede conseguir si te lo propones, una buena técnica es no decir nada, respirar hondo y contar hasta diez. Pero a veces hace falta ayuda profesional que nos enseñe a ser capaces de manejarnos en situaciones tensas si tener la necesidad de valernos de los gritos.
Los padres somos las figuras a imitar en la vida de nuestros hijos. Tenemos la oportunidad y la responsabilidad de construir en ellos la confianza en sí mismos y hacer que respeten las normas para convertirse en personas de bien. Pero también tenemos el poder de hacer todo lo contrario y dañarlos profundamente con nuestras palabras, así como con el modo en que le educamos. Los adultos somos nosotros, y somos los padres quienes tenemos que encontrar y poner en práctica las herramientas de autocontrol, saber controlar la ira y no explotar cuando las situaciones parezca que nos superan.
Si quieres superar los gritos empieza admitiendo que gritar es negativo y que quieres dejarlo. Olvida creer que tiene el derecho de poder gritar a tus hijos, olvida creer que solo entienden con gritos, olvida creer que no controlas esos impulsos.
Eres padre, eres madre y eso te da derecho a crear normas y a exigir que se cumplan, ser padres te da la autoridad sobre el niño pero manteniendo las formas.
Puedes conseguir no gritar pero hay que poner empeño, intentado cada día reducir el número de veces que gritas, hay que trabajar el auto control teniendo pendiente en el momento que gritas disculparte e iniciar la corrección o amonestación de una manera distinta. No es la fuerza en la que grites y te impones sino la forma en la que explicas y lo demuestras, para lograr una comunicación constructiva con nuestros hijos, donde convivamos con el respeto y el entendimiento bilateral, es necesario que los padres, aprendamos a ponernos en su lugar.
Artículo publicado por Revista Ávila en Salud, en colaboración con Diariodespertar.com, para mayor información accesar en: https://www.emstore.es