Los precios “por las nubes” asfixian al pueblo pobre, sobre todo, a quienes solo tienen el «día y la noche» para vivir en el municipio de Tamayo, en la provincia Bahoruco, en cuyo mercado la queja es doble y contundente: los comerciantes dicen que la gente no va a comprar, mientras las amas de casa aseguran que no van porque no pueden pagar.
Entre unos y otros, la realidad es la misma: un pueblo atrapado entre bolsillos vacíos y precios que no dejan respirar a una población carente recursos para, al menos, la primera comida del día.
La falta de circulante en la mayoría de los hogares de este municipio se refleja en un mercado prácticamente desolado, como pudo constatar un equipo de Listín Diario durante un recorrido por la plaza local.
“La gente no viene porque no tiene con qué comprar”
Vendedores de víveres, frutas, granos y carnes dicen estar “al borde de la quiebra”, asegurando que las ventas han caído a niveles preocupantes.
“Se vende poquito, la gente pasa, pregunta y se va. No hay dinero”, lamentó un comerciante que prefirió reserva de su nombre.
Esto se contrasta con amas de casa y padres consultados, quienes explicaron que los precios están imposibles. “Con tres mil pesos no se hace una compra, eso es una fundita”, dijo una señora mientras revisaba los precios.
Hoy en Tamayo la canasta oscila: arroz 40 y 45 pesos, la libra, habichuelas a 100 pesos, el bacalao supera los 200 pesos, las 16 onzas, el aceite y el arenque, se encuentran por las nubes y “fuera del presupuesto” familiar, una libra de pollo se comercializa en 100 pesos, ya sea vivo o matado.
Eso sin contar el precio de la cebolla, el ajo, verduras y otros condimentos indispensable en la gastronomía dominicana, lo que encarece aún más el coste de la vida.
El panorama en el mercado es desolador: muchos puestos abiertos, pero muy pocos compradores, incluso quienes venden ropas usadas afirman que están “a punto de tirar la toalla” porque deben pagar transporte para llevar la mercancía… y a veces no venden ni para recuperar el pasaje.
En las granjas de pollo, la situación no es distinta:
“La gente no quiere pagar cien pesos por la libra, pero nosotros no podemos bajarla”, afirman los vendedores entre preocupación y resignación ante una realidad cruda que le pega fuerte en el rostro.
Un pueblo entre dos fuegos
Tamayo vive lo que muchos definen como “un callejón sin salida”: Los comerciantes no venden y los consumidores no pueden comprar, mientras los precios continúan subiendo.
Mientras tanto, el mercado del municipio se convierte en el escenario perfecto para retratar lo que hoy vive la economía de las familias: una batalla diaria entre necesidad y bolsillo para poder llevar un plato de comida a la mesa.



