Los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y Estados Unidos, Donald Trump, han mantenido una fluida relación personal desde que el segundo recalara en 2017 en la Casa Blanca, aunque las buenas palabras no siempre se han traducido en hechos prácticos.
De hecho, Trump aprobó numerosas sanciones contra el Kremlin durante su primer mandato y fue él quien firmó la renuncia en 2019 al tratado de eliminación de misiles de corto y medio alcance (INF), que Rusia abandonó definitivamente la pasada semana.
No obstante, al contrario que ocurriera con Joe Biden o Barack Obama, con los que nunca tuvo sintonía personal, Putin ha intentado no irritar al actual líder estadounidense, del que ha alabado siempre su pragmatismo exento de ideología y de doble rasero en materia de derechos humanos.
El candidato de Moscú
Trump, que visitó la Unión Soviética en 1987, ha negado hasta la saciedad las denuncias de sus servicios secretos sobre la injerencia electoral rusa en 2016, aunque Moscú apostó entonces claramente por la derrota de la candidata demócrata, Hillary Clinton, a la que Putin acusó de apoyar las protestas opositoras de 2011 en Moscú.
«¿Acaso Estados Unidos es una república bananera? EEUU es una gran potencia, ¿cómo puede Rusia influir en la elección del pueblo estadounidense?», se preguntó Putin en una ocasión.
Aunque algunos asesores de Trump fueron investigados, Putin le devolvió el favor denunciando que las elecciones de 2020, en las que fue derrotado por Biden, fueron «fraudulentas», ya que se falsificaron los resultados del voto por correo.
Con todo, las relaciones ruso-estadounidenses apenas mejoraron, muy al contrario. Aunque fuera a regañadientes, Trump aprobó varias partidas de sanciones contra el complejo militar y el sector energético ruso, sea por la anexión de Crimea, la intervención militar en Siria o por acciones subversivas en Occidente.
La cumbre de junio de 2018 en Helsinki debía servir para reconducir la relación. Trump auguró el comienzo de «una extraordinaria relación», pero la realidad es que apenas trajo resultados y dejó la impresión de que el presidente de EE.UU. estaba cautivado por Putin.
«Putin hizo lo que quiso con él. Hasta le respondía las preguntas», comentó a EFE la profesora de Relaciones Internacionales en Nueva York Nina Jruschova, nieta del líder soviético Nikita Jruschov.
Retorno a la Casa Blanca, la misma canción
Nada cambió cuando Trump se presentó a la reelección en 2024. Putin volvió a apostar por la victoria del republicano, al que alabó durante toda la campaña electoral.
Putin negó que sea «un hombre de negocios que sabe poco de política» y se mostró «impresionado» por su reacción cuando fue disparado en la oreja durante un acto electoral: «Resultó ser una persona valiente».
Las promesas electorales de reducir la asistencia militar a Kiev y de revisar el papel de EE.UU. en la OTAN despertaron grandes esperanzas en Moscú.
Jruschova insiste en que Trump admira a tipos duros como Putin o Erdogan, ya que le gustaría poder comportarse como ellos, pero el sistema democrático estadounidense se lo impide.
«No quiero llamarle asesino, pero es un tipo duro. Lo ha demostrado durante años. Tomó el pelo a mucha gente -Clinton, Bush, Obama, Biden-. No podrá hacerlo conmigo. Llegado el momento ya no basta con hablar, tiene que haber acción», comentó recientemente.
Ucrania, una piedra en el camino
En su primera rueda de prensa tras regresar al Despacho Oval amenazó a Moscú con sanciones si no declaraba un alto el fuego en Ucrania, pero los meses siguientes desesperaron a sus aliados por darle la espalda a Kiev y a los miembros europeos de la OTAN.
Putin se frotaba las manos cuando vio el enfrentamiento verbal entre Trump y el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en la Casa Blanca. No obstante, según los expertos, el Kremlin ha llevado su apuesta demasiado lejos.
Las visitas del confidente de Trump, Steve Witkoff, no produjeron ningún resultado positivo. Las negociaciones de Estambul únicamente resultaron en el canje de prisioneros y cadáveres. Mientras, Rusia ganaba tiempo para continuar su ofensiva estival y sus bombardeos masivos en Ucrania.
«Estoy muy decepcionado», dijo Trump en junio, expresión que ha repetido en varias ocasiones en las últimas semanas. Incluso utilizó a su esposa, Melania, para resaltar su enfado con Putin: «Voy a casa, le digo a la primera dama: ‘Sabes, he hablado hoy con Vladímir. Tuvimos una magnífica conversación’. Y ella me responde: ‘¡En serio! Otra ciudad (ucraniana) ha sido bombardeada'».
Putin tuvo que reaccionar súbitamente ante el órdago que le planteó su homólogo en forma de ultimátum. De la cumbre del viernes en Alaska dependerá la evolución de la relación personal entre ambos mandatarios.