Cirque du Soleil y Hnos Suárez

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El circo ya no es el circo. Ahora es más Poesía que nunca. Un espacio que nos recuerda que hay algo que se llama lirismo, y que no importa los impresionantes saltos en la cama elástica, los trapecios, los payasos, los acróbatas, la contorsionista, las cabriolas que desafían la fuerza de gravedad, el juego del diábolo (el carrete que gira sobre una cuerda), zanqueros, mimos, en fin…

Este fin de semana coincidieron sobre la capital dos modos de ver el arte circense: el tradicional, donde van quedando vestigios de lo que fue antaño; y el actual, de vanguardia, poético, donde la tecnología y la historia que se narra de principio a fin logran un altísimo nivel estético, como nunca antes.

Aunque muchos quieran demonizar a los artistas circenses por domar animales o mostrar capacidades físicas inusuales en los seres humanos comunes, no es menos cierto que son una clase noble, sobrevivientes de un arte de hace al menos tres o cuatro milenios, cuyo más antiguo registro es anterior a Gengis Khan y las hordas tátaro mongolas. Cuando formaban parte de la preparación de los guerreros, el contorsionismo, el equilibrio y la acrobacia. Existe una inscripción en una tumba egipcia, de alrededor del 2040 antes de Cristo que da cuenta de la existencia del circo.

De cualquier modo, fueron los romanos los creadores de la palabra que ha denominado ese arte que ha tenido a los dominicanos llenando gradas, tanto en la tradicional carpa del Circo Hermanos Suárez en el Malecón (seguirán aquí un tiempo más), como en el Palacio de los Deportes, donde ha realizado nueve funciones el Cirque du Soleil, ese reinvento de Leliberté, que sigue teniendo los mismos principios esenciales de siempre.

Arman su pequeña aldea en las afueras (Cirque du Soleil trajo hasta el chef y las lavadoras y secadoras); se mueven en grupos, y a fin de cuentas hacen lo mismo, solo que de un modo diferente.

La importancia del Cirque du Soleil es devolver la vigencia a un arte que parecía agotarse, y hacerlo con una belleza aplastante, adueñándose de las posibilidades que el desarrollo de la tecnología le ofrece hoy día a los creadores.

Pero sobre todo parte de una historia que contar, con poesía y fabulación, pero con la destreza de siempre. ¡Gracias artistas del circo por devolvernos la infancia!

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