Los políticos no deberían descuidar las reformas.

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Un aire de calma ligeramente incómoda se cierne sobre las economías de los mercados emergentes. Los precios de los activos — y monedas en la mayor parte de los casos — de los mercados emergentes han continuado aumentando en las últimas semanas después de recuperarse de la crisis de comienzos del año. La semana pasada, el Instituto Internacional de Finanzas dijo que la recuperación de las economías emergentes había continuado en el segundo trimestre, y que el crecimiento anual estimado del 3.4 por ciento en abril había sido 0.4 puntos porcentuales superior a su promedio móvil de 12 meses.

Pero sería muy imprudente inferir que todo marcha bien en el mundo de los mercados emergentes. Una parte excesiva de la recuperación parece deberse a factores volátiles, en particular, a un aumento de los precios de los productos básicos y a una expansión impulsada por la deuda en el primer trimestre en China, lo cual podría revertirse fácilmente. El hecho de que el repunte del último par de meses haya incluso ayudado a la recuperación de monedas como el real brasileño y la lira turca — acosadas por la incertidumbre política y un modelo económico poco eficiente — sugiere que tienen que ver más con un repunte a corto plazo que con una mejoría de los fundamentos.

Si la recuperación de los productos básicos ya ha llegado a su fin — y las recientes caídas abruptas de los precios del mineral de hierro son un indicio de que la demanda de materias primas continúa siendo incierta — el entorno favorable podría disiparse pronto. Y aunque la cada vez más débil perspectiva de que la Reserva Federal aumente las tasas de interés a corto plazo también ha impulsado los precios de los activos de los mercados emergentes, las expectativas de un aumento de las tasas son ahora tan bajas que también el impulso potencial ya se ha agotado en gran medida.

Los signos de reformas estructurales serias en los mercados emergentes siguen siendo escasos. Nigeria tiene el mérito de que ha aprovechado los bajos precios del petróleo para retirar su tope de precios sobre los combustibles importados. Pero ésa fue una respuesta urgente a una crisis de la balanza de pagos en la que se ha desplomado la moneda en vez de un esfuerzo determinado y de principios para reducir la dependencia de los consumidores nigerianos de la energía fuertemente subvencionada.

En India, el primer ministro Narendra Modi tuvo un buen comienzo con una reforma de los subsidios al combustible, pero aún tiene que progresar mucho más en cuanto al aumento de las inversiones, particularmente en infraestructura, y en cuanto a la lucha contra la corrupción. El presidente de México, Enrique Peña Nieto, logró algunos resultados inicialmente, pero ha enfrentado una creciente oposición, en particular, a la reforma educativa.

Los acontecimientos de los últimos meses parecen en cierta medida recrear el ambiente externo benigno para los mercados emergentes de los cinco años posteriores a la crisis financiera mundial: precios favorables de los productos básicos y la perspectiva de bajas tasas de interés en EEUU y otros grandes mercados desarrollados durante algún tiempo. Pero, como descubrieron los inversionistas y los gobiernos, la retirada de estos apoyos — o incluso la posibilidad de que se reduzcan — puede provocar una marcada desaceleración del crecimiento económico y turbulencia periódica en los mercados de activos. Lo peor que pueden hacer los mercados emergentes es repetir la complacencia de los años de bonanza y tratar la buena suerte como un derecho que merecen.

Por FT View Editorial (c) 2016 The Financial Times Ltd. All rights reserved